Vistas de página en total

miércoles, 24 de julio de 2013

UN ANGEL DE VACACIONES EN LA TIERRA


Un ángel de vacaciones en la tierra ...






¡Feliz cumpleaños,
mi duendecillo!
Como otro pequeño Principito,
apareciste en este planeta,
y,  también como él, en Africa, 
ese lugar de la tierra que pudo ser nuestro origen.

Te encontré en mi camino,
cuando la avería de mi avión
había hecho posible un aterrizaje forzoso.
Mi viaje en pareja se había interrumpido
y estaba sola, aún rodeada de miles de personas.

Tus ojos se clavaron en mí,
nos dimos la mano
y me hiciste descubrir que hay que seguir viviendo
manteniendo  la mirada de los niños.

Y mirar todo a través de tu luz
fue la mayor sorpresa que me pudiste ofrecer.

Me enseñaste tu rosa,
y a descubrir lo invisible a los ojos,
y sigo cuidando esa flor
porque aún soy responsable de ella.

También decías, como él:  ¡Qué extraños son algunos seres!
Decididamente, sí,
las personas mayores son  muy extrañas.
Pero tuvimos trocitos de tiempo
para vivir con aquellos que encontramos.
Porque no importa la cantidad,
sino la calidad del tiempo que pasamos con un amigo.


Me hablaste de los baobabs de tu territorio,
y pude verlos en tí,
creciendo y extendiendóse cruelmente deprisa.
Ellos, a diferencia de los del otro principito,
no se habían quedado en tu planeta.

Estaban en tí, en tu interior,
y te devoraron...
No hubo cordero que arrancara las malas raíces.
No pudo ser.
No lo conseguimos.


Te fuiste pronto, a una estrella de las galaxias lejanas,
pero me dijiste, y así lo creo,
que me esperarás allí para decir, a quien sea,
que he sido buena,
que puedo y debo  llegar a esa misma estrella con tu luz.

Mi cariño hacia ti se desborda a veces,
y te echo de menos, aún sintiéndote tan cerca.
Me costaba escribirte, de nuevo, otra vez,
porque, en la noche, aún lloro.
Pero es que tuve ¡tanta suerte de encontrarme contigo!
¡Es que fui tan feliz en aquel desierto
de cálidas arenas!


¡Feliz cumpleaños,
mi pequeño y amado Principito!

                          (Marian, 7 de julio de 2013)
 








viernes, 12 de julio de 2013

RAMADAN, en julio y en Madrid.




                                      En Ramadán, el musulmán trata de poner orden a su casa espiritual.






Hoy, hacia las 11.30 de la mañana, he compartido un rato con unos amigos musulmanes
y ya se observan en sus rostros las huellas que van dejando los días de ayuno.

17 horas de sol,  y un sol de justicia implacable, en este Madrid que estos días todos decimos que nos parece un horno,  y donde, muchos, nos pasamos el día recurriendo al agua y a la cerveza, para ellos está siendo duro, muy duro, como me comentaban.

Más allá de lo que yo pueda pensar  de la inutilidad o no de este tiempo de esfuerzo y sacrificio, como de tantos otros  que se hacen en nuestra cultura, esas  abstinencias y renuncias cristianas, las mortificaciones y los castigos con cilicios y otros métodos de disciplina (de esto hablaba hace poco con un amigo que conoce bien el tema),  es indudable que muchas filosofías se han basado en la renuncia a todo bien y comodidad corporal para fortalecer la voluntad y el espíritu.

Me dice el más joven de los que conversaba conmigo  hoy que él lo está llevando mal, pero que piensa todo el tiempo en aquellos que no ayunan por voluntad propia, sino obligados por sus circunstancias, por la pobreza, por las hambrunas; en los niños que no tienen nada que comer, y ni siquiera pueden esperar, como él, a que caiga el sol, a que anochezca, para poder saciarse.

Porque las casas de estos amigos, cuando se vaya el sol y llegue  el iftar, se llenarán de olores a especias y a dulces, a hariras y cordero, y los dátiles harán más fácil la ruptura del ayuno. Sobre mesas bien dispuestas, donde me invitan a compartir con ellos el alimento.
Ramadán tiene significado como mes de  crecimiento espiritual e incremento de la responsabilidad social. El ayuno que es beneficioso para la salud, debido a que elimina toxinas e impurezas del cuerpo, y que es considerado principalmente como un método de autopurificación.

El camino es empinado, aún quedan muchos días…  El aspecto físico se va deteriorando y se cambia de humor.
Uno de mis amigos hoy ya se muestra irritable, no solo por la falta de agua y pan,  más aún por la falta de tabaco, ese “no fumar” que acusa con nerviosismo.
Ante mi comentario de que de nada sirve el ayuno si está enfadado, si ofende al otro, me mira compungido, como si yo me hubiese convertido en “Málik”, el ángel guardián del  Infierno
Ni Malik ni Serafín, el ángel encargado del fin del mundo…. Solo una amiga, mama Mariam como él me llama, que le hubiera abrazado cariñosamente, si no fuese porque, en este tiempo  tampoco el contacto físico con una mujer durante el día, les está permitido.
 
   y con su oración preferida, nos hemos despedido poco después, esperando la hora para poder romper el ayuno:                  
        
La ilah illa Allah, Muhámmad rasulu Allah


miércoles, 3 de julio de 2013

EL HILO ROJO









Me ha contado un querido amigo la leyenda sobre "El Hilo Rojo",
un relato de origen japonés, que sostiene que entre dos o más personas que están destinadas a tener un lazo afectivo, existe un «hilo rojo», que viene con ellas desde su nacimiento.

También conozco una versión tuareg de este relato, pero viene a decir exactamente lo mismo:

El hilo existe independientemente del momento de sus vidas
en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.

 He buscado la historia, y el texto literal viene a decir:

"Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que estàn destinados a encontrarse, sin importar tiempo,
lugar o circunstancias.  El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper".


Se que en el desierto se le cuenta la leyenda a los niños y jóvenes,
imagino que también en Oriente lo hacen.

Pero yo no creo en la predestinación, ni en lo establecido.
Mi amigo dice que no existe la casualidad, y a mi me gusta creer en el azar...

Quizás mi hilo rojo se enredó numerosas veces en otros dedos, en otros caminos... 

También conocí hilos blancos de luz,  procedentes de la Luna,
que me unieron a otros ojos y a otras manos. 

Y hubo hilos que tuve que cortar, porque apretaban demasiado la garganta...

        Y abrir la caja de costura en busca de otros hilos para intentar remendar el alma desgastada, con algun agujero por el que se escapaba el aire. Pero, de momento, me agarro al hilo de la cometa que sube altiva hacia el cielo,  
porque, como Khaled Hosseini, creo, aún, que  
 
 “Lo que sucede en unos días, incluso en un único día, puede cambiar el curso de una vida” .








La leyenda:

Wei Gu vivía en Dulin. Sus padres murieron cuando él era pequeño, por lo tanto quería casarse a una edad temprana. Sin embargo, todas sus propuestas de matrimonio fueron rechazadas. Durante el reinado de Tang Taizong (años 626 a 649), en una visita turística a Qinghe, se hospedó en un hotel de la región sur de la ciudad de Song. Un viajero le comentó acerca de una joven doncella, la hija de Pan Fang, un funcionario del gobierno de Qinghe, y lo invitó a encontrarse con la familia de Pan frente al Templo Longxing a la mañana siguiente.
Muy temprano en la mañana, Wei Gu no contuvo su impaciencia y se precipitó al templo. La luna todavía estaba en el cielo cuando llegó. Había un anciano sentado en los escalones del templo, recostado sobre un bolso, leyendo un libro bajo la luz de la luna. Wei Gu echó un vistazo al libro, pero no podía leer sus palabras, entonces con curiosidad preguntó al anciano, “¿qué tipo de libro está leyendo? Desde pequeño he estudiado muchas diferentes lenguas, hasta sánscrito indio. Pero debo confesar que nunca me he encontrado con la lengua escrita en este libro, ¿qué puede decirme sobre él?” El anciano sonrió y dijo, “este no es un libro escrito por seres humanos, proviene de 'el mundo invisible', ¿cómo podría usted leerlo?” Entonces Wei Gu preguntó, “¿qué hace aquí alguien de 'el mundo invisible'?” El anciano contestó, “usted llegó demasiado temprano, no es que yo no debiera estar aquí. Todos los administradores del Mundo Yin (mundo subterráneo) administran todo en el mundo Yang, que también es llamado el mundo humano, ¿por qué no deberíamos venir aquí?”
“Dígame, ¿usted de qué es responsable?” preguntó Wei, “de los matrimonios de la gente” aseguró el anciano; Wei Gu se exaltó y dijo, “mis padres murieron cuando yo era pequeño, entonces me gustaría casarme a una edad temprana porque no quisiera que mi descendencia se extinga. Sin embargo, todas las propuestas de matrimonio que hice durante los últimos diez años fueron rechazadas. Alguien me comentó sobre la hija del oficial Pan Fang, ¿piensa que ella se casará conmigo?” El anciano respondió, “no, ella no será su esposa. La mujer con la que usted se casará tiene ahora sólo tres años y se casará con usted cuando tenga 17. En este bolso llevo un hilo rojo que uso para unir los pies de las parejas. Una vez que están destinados a casarse, ato sus pies con este hilo rojo. No importa si son enemigos, ricos, pobres o están separados por una larga distancia, mientras el hilo rojo esté atado, ellos se casarán. Cuando los pies de ella estén atados al suyo, será inútil para usted buscar otra”.
Wei Gu necesitaba saber más, “¿Quién es mi esposa? ¿Dónde vive ella?” El anciano contestó, “su futura esposa vive con una familia que vende verduras, al norte del hotel”. “¿Puedo verla?” preguntó Wei Gu. El anciano dijo, “ella siempre está con la anciana que vende verduras, venga conmigo y se la mostraré”.
Las personas con la que Wei Gu estaba supuesto a encontrarse en el templo no aparecieron esa mañana. El anciano cerró el libro, recogió el bolso y guió a Wei Gu al mercado. Al llegar allí, vieron a una anciana con un ojo ciego que sostenía a una niña de tres años. Ambas lucían muy sucias y feas. El anciano señaló a la niña y dijo, “Esa es tu esposa”. Wei Gu, en cólera, preguntó, “¿Puedo matarla?” el anciano respondió, “Esta niña está destinada a ser rica y a vivir una vida honorable y, además, encontrará la felicidad con usted. Por lo tanto, ¿cómo podría ser asesinada?” Al instante el anciano desapareció.
Una vez que Wei Gu volvió a su casa, afiló un cuchillo, se lo dio a su criado y le dijo, “Siempre has manejado bien mis asuntos. Si puedes matar a esta niña para mí, te recompensaré con 10.000 monedas”. El criado estuvo de acuerdo y, escondiendo el cuchillo en su manga, se dirigió al mercado, apresuradamente apuñaló a la muchacha y se alejó rápidamente. Fue capaz de escapar de la escena porque aquel día había una gran muchedumbre en el mercado.
Cuando el criado volvió, Wei Gu preguntó, “¿La apuñaló?” El criado contestó, “Traté de apuñalar su corazón, pero fallé, entonces la apuñalé entre las cejas”.
Wei Gu siguió proponiendo matrimonio a distintas mujeres sin ningún éxito. Otros 14 años habían pasado cuando le ofrecieron trabajar para Wang Tai, un funcionario de defensa en Xiangzhou. Tiempo después Wang Tai le entregó la mano de su hija en matrimonio porque encontró que Wei Gu estaba altamente calificado. La esposa de Wei Gu tenía entre 16 y 17 años y era muy hermosa. Wei Gu estaba muy contento; sin embargo, observó que su esposa siempre ponía una pequeña flor artificial entre sus cejas y nunca se la quitaba, incluso cuando se bañaba.
Al final del año, preguntó a su esposa por qué siempre llevaba puesta una flor artificial entre sus cejas. Ella le dijo, “en realidad soy la sobrina de Wang Tai, no su hija. Mi padre era el líder de un condado y murió en funciones, mi madre y hermano murieron más tarde; yo era un bebé en ese entonces. La única propiedad que mis padres dejaron era una casa al sur de la ciudad de Song. Viví allí con mi niñera Chen, ella sintió lastima por mí y siempre me cuidó. Sobrevivíamos vendiendo verduras. Cuando tenía tres años, estábamos con Chen en el mercado cuando repentinamente un loco me apuñaló entre las cejas dejándome una cicatriz que cubro con esta flor artificial. Aproximadamente 7 u 8 años más tarde, mi tío vino a Lulong para asumir un cargo. Me adoptó como su hija y me mudé con él, luego me casé con usted”.
Wei Gu asombrado indagó, “¿La niñera Chen tenía un ojo ciego?” Su esposa contestó, “Sí, ¿cómo lo sabe?” Wei Gu confesó, “En realidad, yo envié a aquel hombre loco. Esto es tan extraño”.
Entonces relató a su esposa la historia entera.

El destino no puede ser cambiado por el hombre. Entendiendo esto, la pareja de ahí en adelante se hizo más respetuosa el uno del otro. El alcalde de la ciudad de Song oyó sobre este matrimonio predestinado y por lo tanto llamó a aquel hotel “Hotel del Compromiso".